Cartas a nuestra conciencia

IV

El ego y Jesús

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¡El problema del mundo es el ego!... esa fue la expresión con la que Don Alfredo Rivera llamó mi atención… eran las primeras horas de la mañana, yo estaba desayunando en una cafetería en el Viejo San Juan y hojeaba el periódico entre sorbo y sorbo de buen café, miré alrededor y ninguno de los seis o siete clientes que estaban en el lugar levantaron la vista para ver quien hablaba… -otro viejo loco-… es lo que probablemente pensaron…  Don Alfredo de alguna forma se percató que sería bienvenido y se sentó en mi mesa, aunque no lo conocía no me sentí molesto por su acción, mirándome fijo a los ojos me dijo que él sabía que yo era receptivo a sus palabras, entonces fue cuando percibí en el brillo de esos ojos casi incrustados en el cráneo, asomados con trabajo entre multitud de arrugas, una peculiar vitalidad que trascendía la obvia decadencia física con que los muchos años de vida habían marcado a Don Alfredo… -¿Y que es el ego?-… le pregunté…-Usted lo sabe, me está preguntando para probarme… yo se que usted sabe mucho… sabe donde yo nací?... nací en el corazón de Puerto Rico, en las montañas-… Ese fue el preámbulo de una amistad que no duró mucho, lo conocí el año pasado y murió recientemente dejándome el recuerdo de varias interesantes conversaciones cuyas huellas atesoraré siempre… Don Alfredo era autodidacta, había superado el determinismo geográfico de las montañas y el determinismo social de la pobreza, se hizo a sí mismo culto y versado, su pasión era la mística creía en los karmas y en la numerología, tenía el don de aumentarle la autoestima a cualquier interlocutor con quien tuviera contacto, fue un hombre muy especial…  
    Don Alfredo tenía razón culpando al ego. Cuando a éste le permitimos ir mas allá de ayudarnos en nuestra diaria supervivencia, tanto en lo individual como en lo colectivo, el ego se convierte en elemento tergiversador de la realidad causándonos multitud de problemas, promoviendo multitud de  limitaciones y conflictos.
   A lo largo de la historia, en la dinámica de las creencias religiosas el ego colectivo de los creyentes, usualmente liderado por el de los miembros mas ortodoxos dentro de las respectivas religiones, siendo éstos motivados generalmente por la ignorancia y el prestigio y poder que las religiones siempre han otorgado a sus jerarquías, ha sido promotor de atrocidades y aberraciones de las cuales aun la civilización no ha podido liberarse.
Y siempre han usado a Dios como justificación, he ahí la parte más aberrante…
Para realmente lograr el beneficio que es la comprensión  de ese maravilloso proceso que es nuestra vida y nuestra relación con la divinidad, debemos liberarnos al máximo de las limitaciones impuestas por el ego y por el andamiaje cultural que hemos heredado, la religión es creación humana sujeta a nuestras limitaciones humanas.
Dar carácter divino a alguna religión y pretender su hegemonía por sobre las otras es un error.
Como lo es juzgar a Jesús de Nazaret por los lamentables sucesos que protagonizaron los cristianos a lo largo de la historia, especialmente en la edad media… sus detractores justifican su escepticismo de muchas maneras usando esa parte oscura de la historia mas multitud de recursos y alusiones efímeras para tergiversar y tratar de opacar la excelsitud que constituye el legado que nos dejó Jesús con su vida, obras y enseñanzas.
Jesús de Nazaret ha sido el hombre de mayor influencia en la historia humana, esto es un hecho que no pueden rebatir ni sus mayores detractores, basta el mero hecho de que nuestros días se comenzaran a contar a partir de su nacimiento para constatar la importancia que la humanidad le ha reconocido a su persona.
El Cristianismo a través de la historia ha sido sometido a constante controversia, lo mismo por parte de los ateístas como de los miembros de otras religiones y a su vez muchos cristianos mediante lamentables actuaciones han promovido esas yermas controversias e inculpaciones. Debemos de una vez por todas concentrarnos en la valorización de los méritos y beneficios que las diversas religiones han aportado al caudal humano y abandonar la lamentable práctica de la confrontación.
Entre las creencias religiosas y la verdadera espiritualidad hay una gran diferencia, muchas de las creencias son impuestas por nuestra herencia cultural y el medio en que crecemos, cuando se proclaman con intransigencia son causa de desastrosas limitaciones a nivel individual y de infinitud de conflictos a nivel colectivo, la espiritualidad se logra mediante la debida actuación, reflexión e introspección siendo siempre fuente de armonía, no de conflictos.
Mediante el debido estudio y ejerciendo el uso de la razón y la lógica podemos llegar a elevarnos mas allá de esas limitaciones con las que el aferro a las creencias nos enmarcan.
La razón y la lógica nos confirman que en Jesús de Nazaret contamos con una personalidad que trasciende tiempo y espacio, que ese logro solo pudo haber sido obtenido no solo por la sabiduría de sus enseñanzas sino principalmente por sus obras, hechos reales que sirvieron para validar su predicado mas allá de toda duda… de no haber sido Jesús hombre de obras la lógica nos indica que jamás hubiese podido llegar a ejercer la influencia lograda por Él a favor de la humanidad.
Obras, no solo palabras, son las que validaron su influencia y permanencia en nuestro acervo cultural y espiritual.
Debemos entender que las Escrituras, tanto las del viejo testamento como las del nuevo fueron escritas por hombres, son la palabra de Dios pero escrita por hombres, otorgarles absoluta credibilidad y divinidad a cada una de sus palabras es un ejercicio de candidez, al igual que lo es el confundir el carácter metafórico de innumerables palabras y pasajes de la Biblia interpretándolas en su carácter literal exclusivamente, ello constituye miopía limitadora.
Gran parte de las Escrituras son poesía pues poesía es el lenguaje divino, es la lengua del espíritu, es en la comprensión  de su sofisticada sugerencia y a través del genuino esfuerzo sentimental e intelectual con que se interpretan donde radica la clave para lograr su pleno entendimiento.
Sus palabras son tanto para sentirlas como para  interpretarlas.
Hay muchas áreas metafóricas cuyo código para descifrarlas, para comprender su verdadero contenido es gracia que el desarrollo espiritual confiere, es logro que la tenacidad y la constancia de su estudio confiere.
La interpretación literal de las palabras aplica a todo lo relativo a nuestro mundo material, lo relativo a lo trascendente por su propia naturaleza intrínsecamente subjetiva debe ser sentido para ser entendido y ese proceso está delimitado por nuestra propia capacidad de percepción y el esfuerzo que estemos dispuestos a ejercer para lograrlo, gran parte de las diferencias entre los diversos grupos religiosos es producto de las distintas percepciones que respecto a las escrituras sagradas fueron logradas y establecidas como doctrinas, preceptos y dogmas por sus fundadores.
A través de nuestro propio esfuerzo sentimental e intelectual podemos en los evangelios captar y concienciar la esencia del mensaje del Maestro, la fuente es ésa y está a nuestra disposición, bebamos de su agua, es agua de vida….
En el Nuevo Testamento los evangelistas nos legaron un maravilloso testimonio de las palabras, hechos y milagros de Jesús, el hecho de que los evangelios fueran escritos mucho después de terminada su humana existencia en vez de desacreditarlos como alegan sus detractores lo acreditan solidamente, la sabiduría intrínseca de las parábolas y discursos, la riqueza de sus pasajes y la abundante fluidez literaria los valoriza y legitimiza por sí mismos, el toque divino junto a la excelsitud de la vida de Jesús y lo prolífico de su legado hicieron posible que aun pasado muchos años de su crucifixión se hubiese podido recopilar tanto para beneficio de toda la humanidad.
Con su humildad, sabiduría, amor y total entrega Jesús nos mostró fehacientemente la  sublime y certera forma de poder controlar y doblegar al ego. Si cierto es lo que aseveraba Don Alfredo aquella mañana respecto al ego, señalándolo como el problema del mundo, también es tanto cierto el que Jesús de Nazaret es la suprema solución a ese nuestro problema…

Juan San Emeterio, Octubre, 2003