I
Tiempos de guerra
Estamos en tiempos de guerra… realmente jamás hemos dejado
de estarlo, mas sucede que en esta época moderna la guerra es mas
gráfica, instantáneamente podemos verla, sentirla, palparla…
la televisión nos la ofrece en toda su crudeza y dimensión…
es mas personal y desgarradora que nunca…
Y como siempre que algún evento de esta naturaleza surge, se
agudizan nuestras diferencias, esas tribales diferencias que desde tiempos
inmemoriales nos acompañan… y mientras en los campos de batalla
la sangre se derrama, tan roja y tan densa como siempre, tan igual la de
unos como la de los otros, tan demostrativa y denunciante del lamentable
barbarismo que aún subsiste en nuestra civilización, algunos
utilizamos el tiempo denunciándola como ilegal, opresiva e injusta,
otros la apoyamos con igual vehemencia, armados de multitud de razones
justificantes… independientemente del lado en que nuestras percepciones
nos sitúen debemos concienciar la realidad de estos momentos mediante
la debida reflexión y no permitir que la exasperación y la
vehemencia nos nuble el entendimiento… en toda tragedia hay lecciones,
hay enseñanzas que captar y concienciar… toda guerra es trágica,
es derrame de sangre y derrame de lágrimas, es drama de deshumanización,
es odio, es venganza, es el canibalismo mas cruento, mas despiadado, la
guerra es la antítesis de la civilización…
Debemos aunque solo sea por unos instantes tratar de sentirnos en medio
de ese caos, mentalmente oír el estallido de las explosiones, ver
saltar cuerpos en pedazos, oler y sentir la cálida sangre de los
caídos… salpicándonos… gritándonos el dolor de las
heridas, de los mil sueños no culminados, de los hijos huérfanos
y de los que no han de nacer… el dolor de las madres y las viudas… con
cada muerto hay una parte de nosotros que debe enlutarse, son momentos
de sentir dolor y sentir piedad, de sentir compasión por todos ellos
y compasión por nosotros mismos pues aunque la guerra acontezca
lejos está bien cerca, porque el dolor de ellos debe ser el nuestro,
tanto del que consideramos amigo como del que consideramos enemigo, porque
cada uno de ellos son reflejo de nosotros mismos y fueron creados por el
mismo Creador y crecieron bajo el mismo sol y respiran el mismo aire y
beben de la misma agua nuestra…
Podremos creer que es justa o injusta, nos pueden separar visiones
e ideologías diferentes mas lo que debe ser común para todos
es la repulsión por la guerra, es imperativo aunque sea paradójico
concienciar nuestra propia humanidad a través de la trágica
realidad de la guerra… dar mas valor a la piedad y comprensión que
en aras de la armonía que añoramos todos deben regir nuestras
relaciones humanas y hacer todo lo posible por promoverlas, esa es la mas
tangible victoria que, aunque pírrica, podremos extraer de la guerra.
Solo a través de ese logro garantizaremos colectivamente la esperanza
de un mejor mañana donde el hombre sea hermano del hombre y no su
opresor ni su verdugo…
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Gracias, Juan San Emeterio. Marzo, 2003