Cartas a nuestra conciencia

II

Prioridad olvidada

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 Nuestra conciencia es nuestra conexión directa con el universo, crecemos cuando seguimos sus sabios consejos, disminuimos y retrocedemos cuando la manipulamos con nuestra mente, oprimiéndola y callándola, cuando permitimos que la parte torcida de nuestro ego sea la que dirija nuestras acciones… Desde pequeños aprendemos a manipularla y algunos de nosotros llegan a ser maestros en ese oscuro arte hasta tal punto que son capaces de trascenderse a sí mismos, lamentablemente, adquiriendo el poder de manipular la conciencia de algunos de nuestros semejantes…
Nuestras mentes cuentan también con el recurso del subconsciente, como le han llamado los sicólogos a esa valija mental donde vertemos nuestras “malas experiencias”, aquellas que no somos capaces de digerir con nuestro raciocinio, por ignorancia en algunas ocasiones, por ineptitud o irresponsabilidad crasa en otras, congelándolas así en el tiempo, haciéndole compañía a todos esos consejos de nuestra conciencia que no seguimos, a los cuales ignoramos y reprimimos y que también van a parar al subconsciente…
El despertar espiritual consiste en sacar de ese letargo todo lo que hemos ido acumulando en esa valija y entender ese proceso por el cual somos capaces de enajenarnos de las realidades y mantenernos en la seudo realidad que la conveniencia, la vagancia, la ignorancia y nuestro ego constantemente reclaman como válida para que así, con el uso de ese conocimiento y el uso de nuestra voluntad poder evitar la repetición de ese proceso limitante…
El crecimiento consiste en finalmente ser capaces de digerir tanto a nuestro pasado como a nuestro presente, extrayendo las lecciones y el conocimiento intrínseco que todas esas experiencias conllevan, mas ser capaces de identificar cual es la genuina voz con la que nuestra conciencia nos habla, diferenciándola constantemente de todas las otras que provienen de esa sombra oscura que en todos habita; en la medida que seamos capaces de identificar esa voz, valorarla y seguirla está la clave para la obtención del logro de ese crecimiento…

Nosotros en lo colectivo, como sociedad, también contamos con una enorme valija donde encerramos a los conciudadanos que no cumplen con la leyes que nos rigen, esa gran valija se llama la cárcel… ahí los vertemos y los encerramos por el tiempo que los jueces y las leyes lo estipulen y caso cerrado… nos olvidamos de ellos…. Todos los días en la prensa nos enteramos de los delitos que ocurren, nos lamentamos, damos gracias a Dios de no haber sido víctimas de alguno y seguimos hojeando el periódico buscando algo mas agradable que leer… nos olvidamos de ellos… ellos no existen, no queremos saber cuantos hay ni en que condiciones, los vertemos en el subconsciente al igual que hacemos con nuestras malas experiencias… nos enajenamos de esa realidad… que se ocupen los guardias penales de mantenerlos encerrados… cuanto mas tiempo mejor… nos decimos a nosotros mismos que son monstruos, lo mas abominable de la sociedad… merecen todo lo malo que pueda pasarles, así justificamos nuestro enajenamiento, nuestra falta de piedad, nuestro olvido sobre su existencia… pero junto con ellos encerramos una parte nuestra, mediante nuestra enajenación perpetuamos y acrecentamos la cantidad de esos seres humanos encerrados a los que llamamos monstruos…
Tenemos que entender que no  podremos tener mejor calidad de vida, material y espiritual a menos que todos hagamos algo, por minúsculo que sea, para que esos miembros de nuestra sociedad tengan oportunidad y condiciones para poder rectificar y aprender la forma en que deben comportarse y respetar los principios y leyes por los cuales la sociedad se rige, es imperativo que ese tiempo de confinamiento sirva para el mejoramiento espiritual e intelectual de ellos…
Es necesario que en la misma magnitud con que se destinan recursos humanos y económicos a las agencias del orden público para la prevención de la delincuencia y el implemento de las leyes vigentes sean destinados también recursos y esfuerzo al mejoramiento y desarrollo de los reclusos, debemos concienciar que estos seres humanos son los mas necesitados de la debida ayuda en nuestra sociedad, tenemos que entender que la ignorancia, el escaso control emocional y las debilidades humanas son las causas reales de los hechos por los que ellos pagan con la restricción de su libertad sus deudas a la sociedad y que en una medida u otra esas mismas características habitan en cada uno de nosotros, debemos concienciar que bajo determinadas circunstancias siempre existe la posibilidad de que cualquiera de nosotros pudiéramos vernos confinados… recordemos lo lejos que todavía estamos de la perfección, ellos no son monstruos, “ellos” son nosotros.

Mientras no entendamos, concienciemos y actuemos, una parte nuestra permanecerá encerrada y castrada, la sociedad y nosotros mismos con ella, perdemos cada día la oportunidad de ser mas fecundos no enfrentando esa realidad de la cual nos hemos mantenido enajenados… Nosotros nos preocupamos, visitamos y con sumo esmero le damos el debido cuidado y atención a nuestros enfermos en los hospitales, a nuestros enfermos del cuerpo… sepan que las presidios están llenos de enfermos de cuerpo y de espíritu, ellos están doblemente enfermos y la realidad es que de ellos no nos preocupamos, ni los visitamos, ni le ofrecemos como sociedad el debido cuidado ni la debida atención.

Y el motivo de esta carta es concienciar… para poder viabilizar la solución de los problemas ante todo debemos de estar conscientes de que existen esos problemas, conocemos que la pobreza, la desintegración familiar, la ignorancia, la falta de orientación espiritual, la discriminación, la deficiente educación pública, la dilapidación de fondos públicos y otros muchos problemas sociales que nos aquejan globalmente son causantes junto a las debilidades humanas de que exista la delincuencia, concienciemos que nuestra apatía colectiva, nuestra falta de piedad y compasión, nuestra enajenación de la realidad del presidio y de la imposibilidad del actual sistema carcelario de viabilizar el desarrollo humano y espiritual de esos nosotros son igualmente responsables de que se perpetúe el ciclo de violencia y victimización que nos aqueja desde tiempos inmemoriales, entendamos que hay una parte nuestra que es igualmente responsable de ello al igual que hay una parte nuestra a la cual encerramos con cada uno de esos semejantes que ponemos tras las rejas y por los que nada hacemos.


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Gracias, Juan San Emeterio. Marzo, 2003

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